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Para ver una tontería, que al menos sea española
'Mentiras y gordas' fue un ejemplo de producto a medida de su audiencia. Bien por sus directores. La película es infumable, pero al menos es un producto que se demanda y, de algún modo, ayuda a retirar el sambenito de "es que a mí el cine español no me gusta...". Nos ocupa ahora 'Fuga de cerebros'. Infumable igualmente, pero dotada de una simpatía y una honestidad que merecen ser aplaudidas. ¿Por qué? Porque en este país (España, insistimos) existe el miedo a que las películas no sean un arte; a que el cine huela a opio; a que Francia nos mire por encima del hombro; a que una obra no dé una somera bofetada a la producción yanki. 'Fuga de cerebros' defeca en todos estos temores.
Atiende: es mala como ella sola, incomprensible por momentos, escatológica y poco gratificante. Pero la claridad con la que se presenta a sí misma (vítores por la referencia directísima a 'American Pie') y la necesidad de hacer de nuestro cine (el español, ojo) una industria convierten a 'Fuga de cerebros' en una película a señalar... al menos para que la vea otro.
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