1
Hace su entrada Sam Raimi
Después de pamplinas varias (como Premonición y alguna estupidez deportiva junto a Kevin Costner... ni siquiera me voy a parar a buscarlo en imdb) Raimi, Sam Raimi, vuelve al hogar: la serie B. El género que le dio fama vintage (gracias a su falsa trilogía del mal, con Posesión Infernal, Terroríficamente Muertos y El Ejército de las Tinieblas) merecía una nueva oportunidad después del viaje de este director a las altas cotas del cine comercial, que ha conocido como artesano sin sello de autor en otra trilogía, la de Spiderman.
El anuncio de Raimi acerca de un guión titulado Drag to me Hell (me gusta más la connotación del título original, traducido en España como Arrástrame al Infierno, pero que en la lengua de Shakespeare es más anatómico y visual, algo así como "Absórbeme hasta el Infierno"), el cual él mismo tendría en mente dirigir, levantó la curiosidad de muchos aficionados al género. Me reconozco como fan de la paupérrima Posesión Infernal, con su repugnante sentido del humor procedente de la tradición del cartoon, aunque El Ejército de las Tinieblas me parece una chorrada supina. De todos modos, era evidente que existía cierto morbo por ver cómo el autor regresaba al terreno donde más agusto se siente con la experiencia recogida durante los años.
El resultado no podría ser mejor. Arrástrame al Infierno es serie B pura y dura, con todos y cada uno de los elementos que hicieron de este estilo un género grande a finales de los 70 y principios de los 80 de la mano de dos de los genios fundamentales de este territorio: Larry Cohen y John Carpenter. El humor negro, el estilo noir, la lectura moral y maniquea de su contenido, la ingenuidad y desazón de su protagonista, los secundarios asfixiantes, lo paranormal, la mitología del inframundo, las vísceras, la sangre, lo absurdo, lo entrañable... ¡e incluso una exquisita banda sonora de una institución en el género, Christopher Young! Todo está presente en esta joya.
Al ver la película, divertida, entretenida y con mucho sentido y honestidad de acuerdo a las intenciones y metas que se marca como historia, me temía que parte del público no conectara. Después de todo, en una misma secuencia se mezclan con riesgo el terror, el suspense, la acción y el humor absurdo. A la gente parece que le pone un poco nerviosa esos aliños de tono. Pero en Arrástrame al Infierno la fórmula cuaja como la mayonesa casera en invierno. Por supuesto, el terreno del maquillaje y los efectos visuales son una parte fundamental de la serie B, y aunque Raimi no ha demostrado la osadía de Carpenter al recurrir a técnicas tradicionales y añejas, se nota que hace grandes esfuerzos por rememorar su sello personal, procedente de su trilogía del mal, abusando con agradable insistencia de planos aberrantes, esquizofrénicos planos acelerados, zooms alejados de toda medida y coreografías más propias del coyote y el correcaminos que de una peli de terror. Bravo por ello.
Arrástrame al Infierno podría haber sido la mejor peli de terror del año (quizás lo sea, aún hay que esperar) si no hubiese sido por los dos puntos negros del film. Por un lado, su aburridísima protagonista, Alison Lohman, sosa, plana, sin chispa, desperdiciando algunas secuencias en las que cualquiera otra con un poco más de desparpajo podría haber provocado auténticas carcajadas ante el respetable; por otro, el montaje, que en algunos momentos adolece de un ritmo atrancado, por no decir que, literalmente, faltan al menos un par de secuencias que al desaparecer en la sala de edición han traído consigo cierta confusión en el desarrollo de la historia.
Grandes aplausos para Sam e Ivan Raimi por escribir esta grandiosa historia. Los freaks de la serie B te lo agradecemos y esperamos con avidez la llegada del remake de Posesión Infernal.