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Hace su entrada Sam Raimi

Posted by Daniel PS on 12:13 in , ,
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Después de pamplinas varias (como Premonición y alguna estupidez deportiva junto a Kevin Costner... ni siquiera me voy a parar a buscarlo en imdb) Raimi, Sam Raimi, vuelve al hogar: la serie B. El género que le dio fama vintage (gracias a su falsa trilogía del mal, con Posesión Infernal, Terroríficamente Muertos y El Ejército de las Tinieblas) merecía una nueva oportunidad después del viaje de este director a las altas cotas del cine comercial, que ha conocido como artesano sin sello de autor en otra trilogía, la de Spiderman.

El anuncio de Raimi acerca de un guión titulado Drag to me Hell (me gusta más la connotación del título original, traducido en España como Arrástrame al Infierno, pero que en la lengua de Shakespeare es más anatómico y visual, algo así como "Absórbeme hasta el Infierno"), el cual él mismo tendría en mente dirigir, levantó la curiosidad de muchos aficionados al género. Me reconozco como fan de la paupérrima Posesión Infernal, con su repugnante sentido del humor procedente de la tradición del cartoon, aunque El Ejército de las Tinieblas me parece una chorrada supina. De todos modos, era evidente que existía cierto morbo por ver cómo el autor regresaba al terreno donde más agusto se siente con la experiencia recogida durante los años.

El resultado no podría ser mejor. Arrástrame al Infierno es serie B pura y dura, con todos y cada uno de los elementos que hicieron de este estilo un género grande a finales de los 70 y principios de los 80 de la mano de dos de los genios fundamentales de este territorio: Larry Cohen y John Carpenter. El humor negro, el estilo noir, la lectura moral y maniquea de su contenido, la ingenuidad y desazón de su protagonista, los secundarios asfixiantes, lo paranormal, la mitología del inframundo, las vísceras, la sangre, lo absurdo, lo entrañable... ¡e incluso una exquisita banda sonora de una institución en el género, Christopher Young! Todo está presente en esta joya.

Al ver la película, divertida, entretenida y con mucho sentido y honestidad de acuerdo a las intenciones y metas que se marca como historia, me temía que parte del público no conectara. Después de todo, en una misma secuencia se mezclan con riesgo el terror, el suspense, la acción y el humor absurdo. A la gente parece que le pone un poco nerviosa esos aliños de tono. Pero en Arrástrame al Infierno la fórmula cuaja como la mayonesa casera en invierno. Por supuesto, el terreno del maquillaje y los efectos visuales son una parte fundamental de la serie B, y aunque Raimi no ha demostrado la osadía de Carpenter al recurrir a técnicas tradicionales y añejas, se nota que hace grandes esfuerzos por rememorar su sello personal, procedente de su trilogía del mal, abusando con agradable insistencia de planos aberrantes, esquizofrénicos planos acelerados, zooms alejados de toda medida y coreografías más propias del coyote y el correcaminos que de una peli de terror. Bravo por ello.

Arrástrame al Infierno podría haber sido la mejor peli de terror del año (quizás lo sea, aún hay que esperar) si no hubiese sido por los dos puntos negros del film. Por un lado, su aburridísima protagonista, Alison Lohman, sosa, plana, sin chispa, desperdiciando algunas secuencias en las que cualquiera otra con un poco más de desparpajo podría haber provocado auténticas carcajadas ante el respetable; por otro, el montaje, que en algunos momentos adolece de un ritmo atrancado, por no decir que, literalmente, faltan al menos un par de secuencias que al desaparecer en la sala de edición han traído consigo cierta confusión en el desarrollo de la historia.

Grandes aplausos para Sam e Ivan Raimi por escribir esta grandiosa historia. Los freaks de la serie B te lo agradecemos y esperamos con avidez la llegada del remake de Posesión Infernal.

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El humor adolescente se hace mayor

Posted by Daniel PS on 11:42 in ,
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Parece que no, pero ya hace diez años que los muchachos de 'American Pie' pactaron echar el primer caligüete antes de dejar el instituto. Diez años. Desde entonces, a la heredera del humor soez adolescente le crecieron los enanos con mayor o menor acierto hasta llegar a 'Te quiero, tío', quintaesencia de este subgénero bajo el que subyace la comedia romántica.

Hace poco, con '¿Hacemos una porno?' Kevin Smith demostró que por muy bestia y descarnado que se sea, hasta el más freak de cómicos escatológicos sienta la cabeza tarde o temprano a la sombra del perfume que emana la almohada de la mujer amada. Y el caso que nos ocupa es evidente en este campo.

'Te quiero, tío' tiene ese punto de gamberrismo tópico sin licencias, como un coto abierto de bromas cargadas de testosterona y ganas de revolverte el estómago por momentos. Busca la complicidad de un público que entiende muy bien de lo que le hablan, levanta lugares comunes que cualquier conoce por las mil charlas de cubata y soltería (transitoria, perpetua, momentánea o pretendida) y obliga al espectador masculino a señalar la pantalla buscando la mirada de acompañante/s o desconocido/s con esa expresión de "real como la vida misma". Y esa ahí donde está la gracia de la peli.

No hay mucho donde rascar. La habilidad de este tipo de cine está en que lo que parece sencillo siga pareciendo sencillo. Me explico. Cualquier relato es, por definición, una impostura, así que todo lo que se refleje será una mentira como un piano. Bien. Este género pretende ser, salvando las distancias, una versión carbónica del neorrealismo, un reflejo de la vida (en este caso, de jóvenes profesionales que antes vivían una juerga perpétua y ahora pagan las consecuencias... en cualquiera de sus formas), y conseguir que esa sensación de genuidad sea total no es tarea fácil. Sin embargo, el buen sabor de boca que crea esta agradable tontería de película demuestra que sus intenciones, cuando menos, quedan satisfechas.

Sin duda, lo mejor de 'Te quiero, tío' llega con Jason Segel, sin el cual este parque temático se habría quedado en un suflé aplastado. Como siempre, Paul Rudd le da al film ese punto que todos los directores que le contratan buscan al final: un quiero y no puedo de aire 'brit' de la mano del Hugh Grant de garrafa con acento yanki.

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