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Terror glacial

Posted by Daniel PS on 12:30 in , ,
El vampiro siempre está de moda. Ya sea como alegoría de la abstinencia en 'Crepúsculo', simbolizando la segregación racial en 'Sangre fresca' o estableciendo lazos entre su figura y la pérdida de la inocencia en esta 'Déjame entrar', el chupasangre surgido del ideario popular centroeuropeo ofrece una poliédrica perspectiva en la que, como si de un test de Roscharch se tratase, cualquiera puede ver su propio reflejo o el que se proponga contemplar.

'Déjame entrar' podría haber sido una más de las películas que conforman la larga y triste lista de cintas europeas que duermen el sueño de los justos entre las referencias del espectador medio. Sin embargo, su presencia en los festivales a los que ha asistido no dejó a nadie indiferente, de modo que su estreno ha venido precedido de excelentes referencias por parte de la crítica y del público que asistió a los certámenes donde se presentó a concurso.

¿Su baza? La sencillez y originalidad de su propuesta. Oscar es un muchacho de doce años acosado por unos matones en el colegio. En sus fantasías es un regio y valiente chico que le planta cara a sus enemigos, pero la realidad es que sufre con estoicismo las agresiones a las que se ve sometido casi a diario. Una noche se muda junto a su piso Eli, una niña de su edad que va acompañada de un hombre, quien parece ser su padre. Poco a poco los dos chicos empiezan a desarrollar una sincera amistad, con una peculiaridad: sólo se ven por la noche.

No hay intención alguna por parte de Tomas Alfredson, director de la película, por desarrollar mitología ni categorización de sus criaturas nocturnas. La esquematización y la descripción en breves pinceladas basta para dejar claro el poder de su pequeña depreradora, construyendo la paradoja de una niña solitaria que anhela el calor humano incapaz de saciar su apetito hemofílico. Y es precisamente aquí donde reside el acierto de este oscuro cuento de hadas: el asesinato, el homicidio, el sacrificio humano incluso, alejado del juicio moral, algo que queda especialmente claro cuando queda contrapuesto con las acciones que se llevan a cabo en la escena final del filme.

Excelente estructura la que desarrolla Alfredson para exponer con claridad el tema de su cinta, por no hablar de una dirección de actores infantiles (no profesionales, por cierto) que tuvieron que aguantar con heroísmo un rodaje en el que se exponían a temperaturas por debajo de los 15 grados negativos. Otro punto a favor a la hora de lograr las exquisitas atmósferas que nos trasladas a ese mundo de terror gélido que vemos en pantalla fue la convincente banda sonora que firma Johan Soderqvist, a medio camino entre el minimalismo y el onirismo gótico.

Toda una apuesta segura para ver lo que ya conocemos... de forma diferente.

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